Hace ya algún tiempo comenzó a atisbarse que carlosbelmonte.com podría llegar a constituir un referente de opinión en el seno de la sociedad que siente, en el mejor y menos peyorativo sentido de la palabra, los colores del Albacete Balompié. Si bien hay que hacer referencia a otros intentos loables, como podría ser el caso de la primera época de foroalba, ha sido de este foro, y de su cristalización en un proyecto integral tan ilusionante como
www.quesomecanico.com , de donde ha nacido un debate, en mi opinión, fructífero, sobre los avatares de la entidad, sobre sus gestores y sobre su futuro. Debate en el que he intervenido desde el convencimiento de que el máximo representante del deporte en Albacete, nuestro Alba, merecía algo más que forofismo. Que más allá de pitadas, protestas, aplausos, penaltis y goles, había un espacio que define cómo debe ser la SAD, y no es otro que la "puesta en valor" de la condición de accionista.
Algunas sociedades mercantiles, en el diseño de su planificación estratégica y su posicionamiento en la sociedad civil, van implantando modelos de buenas prácticas que consolidan su posición, que generan valor añadido y que las convierten en lo que se conoce como "empresas responsables". En ese modelo teórico, son más fuertes las entidades cuanto más compromiso e implicación son capaces de crear, en tanto en cuanto logran aunar las visiones y objetivos de todos aquellos a los que concierne la actuación y la estrategia de la entidad en cuestión.
En el caso que nos ocupa, una empresa (en este caso una SAD) se dirige, se guía, desde una cabeza cuyos únicos valores son el revanchismo, la negación del otro como interlocutor, y la consideración del discrepante como enemigo; una sociedad anónima deportiva con un activo (un equipo de fútbol) que ha estado íntimamente unido a la sociedad albaceteña, y que ha despertado enorme cariño en su entorno, que en ocasiones ha sido simpatía y expectación entre otros grupos de interés (aficionados de otras ciudades, medios de comunicación, instituciones regionales), se transforma en una máquina burocrática de aplastamiento del debate, de imposición de ideas, de actuación cortoplacista, de defensa agresiva de la actuación propia; en definitiva, en el seno de la dirección de la entidad se produce el fenómeno que podemos apreciar a veces en la arena política: que quienes ejercen la potestad de gobernar se comportan como oposición. En la mayoría de los casos, esta situación se da porque el que entra con responsabilidades de gobierno no tiene un plan, no gobierna sobre raíles en forma de ejes estratégicos, de líneas de actuación a medio y largo plazo, y se dedica al apagado de fuegos a base de ocurrencias y de cornetín de órdenes.
Cuando a esa pobreza de miras se añade que la cadena de transmisión entre los dirigentes y el contexto de accionistas, aficionados, instituciones políticas y financieras, tejido social, en definitiva, no fluye naturalmente a través del canal de los profesionales de la información, sino que se canaliza a través de una voz oficial que no es la voz de la institución, sino la línea editorial sesgada de los que la dirigen, llegamos al punto de no retorno. En este punto, la cúpula dirigente ya ha perdido de vista a sus grupos de interés, y el único destinatario de su actuación resulta ser el propio Consejo. Es decir, el Consejo actúa a su mayor gloria, no para ofrecer un resultado a la sociedad, sino para justificar su propia actuación. Para responder, parafraseando la retórica de otros tiemos, "sólo ante la Junta de Accionistas y ante la Historia". Como tras la ampliación de capital, la rendición de cuentas ante los accionistas es pan comido, todo lo demás sobra. La empresa ya sólo es una generadora de malas prácticas; se convierte en una entidad irresponsable.
Pero entonces resulta que, con todas las "líneas de pase" cortadas, aparece un nuevo fenómeno como el de las redes sociales que nacen y crecen al amparo de Internet. Y este nuevo escenario, además de servir para organizar movidas y peleas de ultras, sirve para poner en común visiones del fútbol como algo diferente al borreguismo al uso, al forofismo atropellado que triunfara con los Gil, Del Nido o Lopera. Y el Consejo que dio de comer al pobre, y acciones sueltas al abonado como daño colateral necesario para conseguir su verdadero objetivo, conseguir el número de títulos suficiente para no gobernar en precario, se encuentra ahora con que a unos cuantos se les ocurre la "peregrina" idea de sindicar acciones.
Trescientas o cuatrocientas acciones no son moco de pavo; el que salga en la Junta de accionistas con ese montante de acciones total detrás ya no podrá ser ninguneado por Ubaldo ni por la mesa. Vamos, como si una formación que está en el Grupo Mixto del Congreso consigue, tras unas elecciones, constituir grupo parlamentario propio. No es lo mismo.
Con mi acción regalada por Ubaldo quiero contribuir a la propuesta de sindicar acciones; siempre y cuando se haga desde la reflexión, la seriedad y el rigor, y no quede como una Bandera Blanca antisistema cualquiera.