Tengo que convenir que uno de los principales atractivos de este foro es que el debate no traspasa los límites de un determinado posicionamiento referido al fútbol, al famoso "objeto del negocio"; no crea enemigos más allá de los a veces cruentos rifirrafes entre contreristas y banderolos. Cosa distinta sería, seguro, entrar, digamos como ejemplo, en debatir sobre las cifras del paro o sobre las historias para no dormir de espías y contraespías, y no precisamente las de James Bond. Desde ese punto de vista, me parece intachable poner freno a la controversia que en la mayoría de los casos se vuelve pelea tabernaria.
No obstante, quiero discrepar de que haya que censurar la expresión de todas las opiniones que, de una forma u otra, rocen la frontera de lo "ideológico" o "político". Siempre tomo aquí como punto de partida un discurso que me repugna, y que tiene que ver con el fútbol: son tantas las ocasiones en que ETA ha cometido crímenes repugnantes y los clubs vascos se han negado a decretar un minuto de silencio apelando siempre a su "neutralidad política". No se puede escudar nadie en la política para justificar la cobardía de no enfrentarse a oscuros intereses y grupos de presión. No es de recibo contestar "yo no hablo de política" al ser preguntado por un atentado terrorista. Negar la evidencia de que vivimos rodeados de ideología, que somos animales políticos, supone avalar la cínica recomendación que se atribuye al extinto dictador Franco; ya se sabe, aquello de "haga usted como yo, no se meta en política".
Si la política se refiere al gobierno de los Estados o a la cosa pública, la ética a la forma recta de comportarse y la ideología al conjunto de ideas que conforman el ser de una persona, conjugando, y quizá simplificando, las definiciones académicas de los términos, ¿qué miedo hay a hablar de política, de ética o de ideología? Yo tengo un conjunto de ideas, aspiro a comportarme de una manera recta con los demás y, en último término, me gustaría que los asuntos públicos se ajustaran a un determinado modelo. Mi vecino tendrá otro sistema de valores y, tal vez, no haya cosa mejor que someter nuestras visiones al juicio dialéctico, siempre con la palabra como arma.
Claro que no puedo ser tan ingenuo como para creer que todos comulgarán con mi visión. En seguida se me acusará de algo, nos pondremos etiquetas, seremos del grupo PRISA o de los obispos, y se acabarán la paz y la tranquilidad. Llegado ese punto, tendré que darle la razón al moderador, en su celo por evitar el enfrentamiento, y a todos aquellos que sostienen el mito de las dos Españas; liberales contra absolutistas, carlistas contra liberales, nacionalistas contra centralistas, católicos contra laicos, monárquicos contra republicanos, fascistas contra comunistas, conservadores contra progresistas, todos contra todos...
Me produce cierta tristeza que en una comunidad como ésta, en la que desde siempre se apuesta por el debate desde el respeto, nos tengamos que poner mordazas cuando se trata de hablar de nosotros mismos, de nuestra forma de ver el mundo. No es un reproche hacia nadie; sólo una reflexión en forma de ladrillo.
