por Suricato » Lun 10 Dic 2007 08:07
Y es que Guzman en La Tribuna con "Por la boca muere el pez" no se queda atrás:
Por la boca muere el pez
El Consejo de Administración del Albacete reproduce los errores por los que criticó duramente a sus antecesores en el cargo
La situación de profundísima crisis por la que atraviesa el Albacete Balompié ya está apuntando directamente al Consejo de Administración, no tanto por la muy deficiente gestión que está realizando en diversos apartados, cuanto por la historia reciente cuyas circunstancias le auparon a su actual nivel de responsabilidad al frente de la entidad.
Los administradores que están al frente del club, agrupados en la plataforma Bandera Blanca, se significó en su momento por su dura labor de oposición al Consejo de Administración encabezado por Ángel Contreras. Tras alcanzar una mínima capacidad organizativa y un crecimiento accionarial espectacular, se aprestaron a ejercer una estricta campaña de denuncia de la gestión de los entonces dirigentes que, ciertamente, se encontraban en estado terminal por lo que se refiere al crédito público. Sus últimas campañas, singularmente penosas en los apartados económico, deportivo y social, ofrecieron un importante filón a este y otros grupos opositores que acabaron propiciando un relevo que estaba cantado.
El desgaste que dio lugar al cambio tuvo lugar a través de innumerables declaraciones públicas, comunicados y expresivos dardos (las famosas preguntas dirigidas a los entonces responsables del club) que pusieron en evidencia la gestión del Consejo, pero también dejaron impresa la fotografía para la posteridad con no pocos excesos verbales más allá de lo que probablemente aconsejaba la prudencia.
La notable agresividad con que provocaron el quebranto de los administradores salientes es uno de los principales elementos que está pasando factura a los banderas. Mientras las paradojas de la vida les han llevado a acusar a algún que otro avezado informador de hacerse eco de rumores, no dudaron en hacer uso del estilo propio de la barra de bar para arremeter a diestro y siniestro contra todos los estamentos del club, quizá sin atesorar un conocimiento fundado de cada una de las cuestiones objeto de sus embestidas, lo cual, de hecho, les restó buena parte del crédito que habían ganado en el fondo de sus críticas y en su capacidad para aglutinar la voluntad de los pequeños accionistas que, hasta entonces, no habían dispuesto de oportunidad alguna para influir en las decisiones capitales sobre el futuro del club.
Su entrada en el Consejo de Administración no se ajustó, desde luego, a una transición modélica, pero el irremediable contacto con la realidad les llevó a tomar algunas decisiones que en otros momentos habían criticado con inusitada dureza.
Decenas de ejemplos podrían ilustrar esa falta de coherencia entre el decir y el hacer, contradicciones que, dicho sea de paso, el Consejo ha sido incapaz de asumir con la naturalidad propia del que está sujeto al escrutinio público. Por el contrario, los dislates verbales cometidos en el último año y los hechos incontestables que hacen temer muy seriamente por la viabilidad del club a cortísimo plazo han sembrado una ostensible desorientación que se intenta explicar, sin éxito, por factores externos a su propia gestión como las acusaciones de falta de respeto a los medios de comunicación, en un principio, inviable a todas luces, de matar al mensajero, e incompatible con la no siempre seguida política de transparencia.
SONROJO. Habrá quien considere inútil el desfile de pasadas denuncias públicas que provocarán -en el mejor de los casos- el sonrojo de los actuales administradores. Más bien se trata de exhibir un botón de muestra (en este caso un abundante repertorio) de que, siguiendo el aforismo popular, no es lo mismo llamar que levantarse a abrir, sobre todo en cuestiones que, quizá, hubiesen exigido un comedimiento alejado del improvisado exabrupto en la grada.
Las contradicciones entre el decir y el hacer con abundantes, y alcanzan todas las cuestiones sujetas a debate público, desde el préstamo de la CCM («pan para hoy y hambre para mañana», se decía en su momento), hasta la delegación de las acciones para las juntas generales (procedimiento del que se era irreconciliable enemigo), pasando por el todavía pendiente pago a Hacienda, las promesas sobre la composición del equipo técnico de la primera plantilla (incluyendo el preparador físico), la cantera (un equipo de «recomendados» acabó ganando la Copa del Rey, con codazos incluidos para las fotografías), la visita a los vestuarios (otrora ilegal, ahora reputada costumbre independiente del desempeño o no de un cargo), las juntas generales en diciembre, la preparación física del primer equipo, el tratamiento médico de los jugadores lesionados fuera de Albacete, y un largo etcétera de antiguas reprobaciones que, con el tiempo, han acabado revirtiendo en la descalificación de sus no siempre ingeniosos autores.
La gestión cotidiana, pues, ha acabado por desacreditar totalmente aquella superabundancia de preguntas y comunicados, muchos alejados de los problemas reales de la entidad, otros todavía no resueltos a pesar de la presunta varita mágica con que se iban a obtener unos recursos que siguen procediendo de partidas ordinarias como la campaña de abonos o el dinero a cuenta de los futuros derechos de televisión, concedido a los clubes gracias a la negociación entre la Liga Nacional de Fútbol Profesional y el operador televisivo Mediapro.
Así las cosas, el tiempo parece aconsejar no instalarse en un abuso verbal que conduzca a quedar en entredicho con posterioridad y, de paso, ser zaherido con el mismo empeño con que se zahirió en su momento. Quizá así los dirigentes de turno se aperciban, por ejemplo, de que la mayor parte de los aficionados no deserta del Carlos Belmonte por las retransmisiones televisivas, sino por el lamentable espectáculo derivado de un evidente fracaso, cuyos responsables conocidos tiene nombres y apellidos.
La situación, pues, invita a un reconocimiento público de errores, a una toma inmediata de decisiones, al impulso de una verdadera etapa de transparencia de puertas afuera y la asunción de la crítica en un momento en el que el club se despeña hacia una probable desaparición.
Así se evitaría la desaparición definitiva del escasísimo crédito de que gozan los gestores y se impediría escuchar insensateces como esta: «Esta semana ya no hay más preguntas… lo único que está claro es que la única persona del club que se merece el sueldo es… la mascota».