El Día de Córdoba escribió:Quique, un hombre triste
Toni Cruz
"Si quieres intentarlo, vale, pero veo complicado que te coja el teléfono". El colega de Albacete que así hablaba tenía toda la razón. "El buzón está lleno". El móvil de Quique Hernández es objetivo impenetrable. Tan hermético como fue, hace ya 835 días, su despedida del Córdoba. Un adiós no por esperado menos triste, que devolvía al banquillo blanquiverde a la gran esperanza ascensora, Pepe Escalante.
Quique Hernández es un hombre discreto, pero sin suerte. Tiene cara triste. El 1 de septiembre de 2005, cuando Israel Delgado se convertía en el segundo lateral izquierdo fichado de sopetón instantes antes de que se cerrase el plazo para incorporar profesionales, profetizó a los periodistas que "si estáis con un contrato temporal y no lo hacéis bien no os renovarán, y si estáis fijos, os despedirán". Razón tenía.
Luego empezaron a llegar los empates a nada, y luego a poco. La decepción. Contra el Baza, en la tercera jornada, quiso apechugar con toda la culpa ("el responsable soy yo"), pero no sirvió de mucho. Entró el mes de octubre con la misma velocidad con la que se fue un horripilante septiembre. Nene, ahora entrenador del Lucena y por entonces en el Badajoz, dijo de aquel Córdoba que "esta categoría no respeta a nadie, y hasta que no se den cuenta, lo van a pasar muy mal". Por aquella época, Juan Carlos Rodríguez ya era un gran enfermo en su tierra natal. Su BMW gris, como el coche fantástico: desaparecido, como el juego para su mal diseñado equipo.
La derrota contra el Mérida, segunda de esa temporada, encendió con rapidez la alerta y el odio en la sufrida afición. Quique, ya entonces, ponía (como ahora ha puesto ya en tres situaciones) su cargo a disposición del consejo de administración. Era la jornada 7. Y nadie contestaba al teléfono.
Una semana después, dicen los rumores, pegó el primer golpe de atención a la plantilla. Al descanso del partido en Cartagena, su once era bailado por el líder del grupo. Entonces, cuenta la leyenda, propinó un severo puñetazo en la pizarra del vestuario del Cartagonova. Era la octava jornada y, después de ella, el Córdoba estaba ya a ocho puntos del cuarto clasificado. Sérvulo pagó el pato y se quedó a medio camino de salir. Cuando ya se acicalaba para saltar al césped fue mandado de vuelta a la caseta, en medio de una fuerte discusión, y apartado... hasta que fue nuevamente llamado, en pleno caos, en menos de una semana.
Siete días después fue el desenlace del drama. El sábado, antes del tensísimo partido ante el Marbella, Juan Carlos Rodríguez era juzgado y condenado en ausencia por la nueva bicefalia gobernante en el Córdoba. Luego fue el escándalo. 1-3 y consejeros del equipo diciendo a los jugadores que daban pena a la cara. Y, mientras, el entrenador valenciano reconociendo su culpa porque hacía las alineaciones y porque el equipo estaba "muy mal". Y tanto. En zona de descenso e igualado a puntos con el Villanueva.
Así se fue Hernández. Probando mil artificios. Callando mucho. Conteniendo más. Diciendo hasta el final que confiaba en sus jugadores. Historia contada en Albacete de nuevas, pero que ya les suena. El cotejo es doloroso porque allí también se vive una gran crisis institucional, porque detrás del técnico se encuentra otra mano que mueve todos los hilos (si en Córdoba era JCR, en tierras manchegas es Máximo Hernández) y un horrible resultado.
Lástima que Quique, hoy por hoy, no hable. Hubiera tenido tantas buenas respuestas que dar...
Fuente: El Día de Córdoba
Ya lo decíamos hace tiempo:
¿Os acordais? Leoncio León y Tristón. Una tremenda pareja formada por un león de chaquetilla y sombrero morado y una hiena con parajita y otro sombrero más oscuro. Tristón siempre decía:
"Oh cielos, que horror… que mala suerte Leoncio"