Gran artículo de opinión de Cristóbal Guzmán hoy en la Tribuna de Albacete:
La vergüenza interminable
Cristóbal Guzmán
Muy crecidita anda últimamente la 'cuadrilla banderoidal', que no tiene empacho, una y otra vez, en practicar su ridícula política del exterminio contra todo lo que se mueve fuera de su control.
La intimidación practicada contra el periodista Paco Villaescusa, simplemente por contar la verdad de un presidente más próximo a un personaje de vodevil y al que le gustan más las fotografías que a un tonto un lápiz, no tendría más importancia si no fuera por las continuas clases magistrales de periodismo que, a través de su siniestro Gabinete de Comunicación, va impartiendo este sujeto y cuantos manejan las riendas reales del club.
No está de más opinar en cuanto al contraste de las fuentes (desde luego, el Albacete tiempo ha que dejó de serlo de modo fiable), pero, puestos a opinar sobre oficios ajenos y lamentando la franca inferioridad argumental del gachó, cabría preguntarse cómo es posible que todo un profesor de Derecho Mercantil sea capaz de dar de baja de la Seguridad Social, unilateralmente, a dos trabajadores, con la esperanza de salirse con la suya. Paréceme poco apropiado, por tanto, ir dando lecciones a profesionales de oficios resbaladizos para su entendimiento -y el de sus adjuntos-, cuando uno tiene su propia casa sin barrer por estar pendiente de la fantasmal instantánea.
Me atreveré, probablemente movido por el sonrojo que me produce un club regido por individuos (me ahorro la distinción morfemática 'os/as' por aquella pretérita dimisión que ocultaron durante meses) incapaces y vengativos, a exponerle la vergüenza que supone, un día sí y otro también, su comportamiento como dirigente.
Ubaldo González no estuvo en la presentación del equipo, ni en la del homenaje a Juanito, ni en la entrega de galardones de Radio Albacete a dos de sus empleados con más lustre, ni siquiera al tributo rendido a los tres únicos futbolistas que han vestido la camiseta de la selección absoluta, mérito del presidente, por cierto, compartido con sus compañeros de Consejo, los 'floreros' y los de mando en plaza.
Ubaldo González nunca está, ni se le espera. Pero lo peor es que nadie pregunta por él, ni se le echa en falta. Sólo se advierte su presencia fantasmal en forma de burofax amenazador.
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