Me gustaría evocar una tarde de verano de 1995; el fútbol me había pasado, unas semanas atrás, una de las facturas más crueles, probablemente la más, de la que yo tenga recuerdo; la fatídica noche en la que Urzaiz, Molina y Brito tejieron los segundos más aciagos que he pasado en el Carlos Belmonte. Andaba yo, como tantos seguidores del Alba, lamiendo heridas que empezaban a cicatrizar. Era el julio del quinto Tour de Indurain, en el que el navarro se pegaba el paseo hacia los Campos Elíseos como el que se baja al bar. A media tarde, a medio baño, alguien llega y dice que ha oído en la radio que se anulan los descensos del Alba y el Valladolid. Comenzaban unos días kafkianos, que acabaron con manifestaciones en las calles y con la Liga de los 22, gracias al impagable tándem entre el entonces gurú del periodismo deportivo, también conocido como Butano, y un incipiente jurista que defendía los intereses del Sevilla, desconocido para el común de los mortales, y que con el tiempo llegaría a medrar en la abogacía, siendo, por ejemplo, asesor de algunos perosnajes de diversa calaña, imputado en el caso Malaya, etc... Un tal Del Nido.
Dada la circunstancia, firmaría yo una reedición de esos intensos días de verano del 95 ; aunque, bien pensado, dar cuenta del Salamanca siempre es quitarse un par de fantasmas del pasado (no me refiero a Ubaldo, por si acaso).